Extractos de Los tres poderes del emperador

Capítulo 19.- La batalla del lago Poyang

Viento calmo. Agua llana. Amanece temprano este día de estío. En las orillas, una chillona muchedumbre de gansos, patos y cisnes revolotea y se zambulle, procurándose el desayuno, anunciando sus capturas con graznidos. Alegres delfines se acoplan al lento avance de la flota. En las cubiertas los hombres se inclinan, silenciosos, sobre las barandillas, señalando hacia el norte, cuchicheando por bajo. En la niebla que se va disolviendo se adivinan sombras. Murmura el pausado chapoteo de los remos, el suave tremolar de banderolas, el crujido de maromas y cuadernas. El sol mañanero empieza pronto a calentar. En la cubierta superior del buque insignia, rodeado de generales y asesores, armado de casco, coraza y espadas, Chen Youliang, emperador de Dahan, sopesa las naves enemigas que empiezan a emerger de la bruma. Sonríe. Los informes de sus espías han sido acertados. Los barcos de ese pretencioso impostor son de corta eslora y baja cubierta. Aunque numerosos, pueden transportar muy pocas tropas. Ha sido un acierto levantar el sitio de Nanchang y elegir el lago como escenario de la batalla. No se ha dejado asustar por los rumores de que su enemigo posee un arma secreta. Con su poderosa flota y el centenar de juncos-torre podrá masacrar a esos miserables. No habrá piedad para los vencidos.

Un cormorán apostado en lo alto de un mástil se lanza en picado sumergiéndose en las aguas. Después reaparece con su presa en el pico. Es un buen augurio. Chen Youliang da la orden de ataque.

Al golpe vibrante de un gong imponente responde el pautado retumbe de grandes tambores. Los remos refuerzan su rítmico impulso. Los barcos avanzan en filas compactas hambrientos de lucha. Los hombres aúllan fogoso entusiasmo. Golpean escudos y espadas y agitan ballestas y flechas sedientas de sangre. Heroica pasión. Cuando abata el sol a la tarde, mil cuerpos serán ofrecidos en cruento festín a los peces del lago Poyang.

La armada del imperio Dahan que Chen Youliang organizó para reconquistar Nanchang estaba formada por la mayor concentración de barcos y tropas de la historia. Según las diversas fuentes y estimaciones, las tropas transportadas sumarían entre trescientos mil y seiscientos cincuenta mil hombres. El cuerpo central de la flota lo formaban varias decenas de grandes juncos-torre de tres cubiertas con capacidad de hasta tres mil pasajeros. Los acompañaban centenares de naves de diverso tipo y tamaño: para transporte de caballos, de provisiones o de soldados.

A comienzos de junio de 1363 la gran flota concentrada en Wuhan se puso en marcha. Descendió doscientos cincuenta kilómetros hasta Hukou, en el canal de desagüe del lago Poyang en el Yangtsé, cruzó el lago y remontó el río Gan hasta Nanchang, cien kilómetros más al sur…

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Cómo medir el poder

Querida Youlí, ¿quién crees que era más poderoso antes de la batalla del lago Poyang, Chen Youliang o Ming Taizú? Chen Youliang quería arrebatarle una ciudad a Ming Taizú. Creía que Ming Taizú no podría impedirlo. Creía que su fuerza era superior a la de Ming Taizú. ¿Estaba equivocado?

Una medida bruta del poder es contabilizar los instrumentos que se posean. En el caso de una armada, la cantidad y tamaño de los barcos, las armas que transportan, el número de combatientes. El poder de Chen Youliang sobre Ming Taizú puede calcularse como la diferencia cuantitativa entre los instrumentos que poseían y esa diferencia resultaba a favor de Chen Youliang de forma abrumadora.

Pero también hay que tener en cuenta otros factores tales como la capacidad de manejar esos instrumentos: la maniobrabilidad de los barcos, la versatilidad en el uso de las armas, las innovaciones tecnológicas, el control que se tenga sobre las tropas. El poder de cada instrumento es difícil de calcular ya que depende mucho de cómo, cuándo y dónde se use…

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Capítulo 27.- Héroes y traidores

Se ha orinado sin poderse controlar y siente la cálida dulzura de la humedad entre sus piernas. El olor de la orina le consuela. El prisionero quiere recordar su infancia, la aldea, los juegos compartidos con sus amigos. Orinar juntos. Orinó muchas veces en el mismo árbol que Ming Taizú. En la aldea, y después, en las guerras, en los caminos, con los compañeros. La negra oscuridad de la celda lo mantiene ciego. Mejor así. Mejor no ver para intentar recordar los campos, imaginar el cielo. No puede ver la mancha de orina que se extiende en su ropa, pero sabe que está ahí, ablandando la tela acartonada por los coágulos de sangre, escociendo las cicatrices que han dejado las varas al azotarle los muslos. Recuerdos de las heridas recibidas en combate, de los triunfos, de los peligros, de los miedos. Con la espalda apoyada en la pared, procura no moverse para evitar el dolor de sus miembros descoyuntados. Los triunfos. La fastuosa boda de su sobrina con el príncipe heredero. Las fiestas y banquetes en la corte del emperador. Ahora siente hambre y sed. Escucha las voces de los carceleros de la Guardia de Uniforme Brocado, los que le han torturado, los que le han insultado y humillado; a los que se ha sometido, halagándolos, para pedirles que suavizaran los castigos; con los que ha colaborado denunciando a otros —compañeros, amigos— para desviar la atención, para que se ensañaran con esos otros —compañeros, amigos— para que lo dejaran en paz. Vileza. Vergüenza. Intenta recordar los honores que se prestaron a la muerte de su cuñado, el mariscal Chang Yuchun, el héroe. En cambio él, el mariscal Lan Yu, Gran Duque de Liang, el sucesor de Xu Da y Chang Yuchun al mando de todo el ejército de la Nación del Centro, morirá deshonrado. Como traidor. ¡Traidor él! Sí, traidor. Rota su voluntad por las torturas ha traicionado a otros —compañeros, amigos— acusándolos de conspiradores. Siente frío, el frío húmedo de la celda. Pronto morirá. Oye los pasos de los guardias que se acercan. No podrá caminar por sí solo. Lo tendrán que llevar a rastras hasta el lugar de la ejecución.

Chang Yuchun, el cuñado de Lan Yu, había sido un gran héroe. A pesar de ser vecino y amigo de la infancia, no había querido unirse al grupo inicial de los veinticuatro que en 1353 constituyeron el núcleo del ejército de Ming Taizú. Lo que hizo fue formar su propio grupo de Turbantes Rojos con el que participó en la defensa de Haozhou y asaltó varios pueblos en la zona. Pero una noche, a comienzos de 1355, recibió en sueños la visita de un ser divino que le ordenó que se pusiera a las órdenes de Ming Taizú. Era una prueba evidente de la voluntad de los dioses que le indicaban quién había sido elegido para gobernar Todo Bajo el Cielo. Así que Chang Yuchun, aceptando el mandato, se dirigió con sus hombres a Chuzhou, se puso a las órdenes de Ming Taizú y participó en el cruce del Yangtsé y las batallas que condujeron a la conquista de Nanjing.

Su arrojo y bravura en el combate suscitaba entusiasmo, lealtad y disciplina en las tropas a su mando. Su fama de sanguinario causaba pavor en las tropas enemigas y en las ciudades que atacaba. Reconociendo su valía, Ming Taizú depositó en él su confianza y lo puso al mando de más tropas. Llegó a ser el general de mayor categoría después de Xu Da.

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Territorialidad y poder militar

Querida Youlí, me alegra mucho que tu padre haya decidido comprar ese terreno para construir vuestra casa. Tendrás más espacio para jugar y un jardín muy amplio. Además, ya no viviréis en un apartamento de alquiler, ajeno, sino que seréis propietarios de vuestro propio hogar, de vuestro territorio. Eso da mucho gusto.

Muchas especies animales somos territoriales. Hay especies territoriales entre los mamíferos, las aves, los reptiles, los peces y los insectos. Los animales territoriales heredamos unos instintos que nos impulsan a marcar un territorio como propio y a defenderlo con agresividad ante cualquier intromisión. Esos instintos nos impulsan también a ampliar nuestros territorios y apropiarnos de los ajenos cuando queremos y tenemos poder para hacerlo. Si tienes poder económico para comprar una casa más grande, la compras. Si puedes invadir otro país, lo invades.

Creo que nuestra especie es la más territorial de todas, la que experimenta con más intensidad los impulsos territoriales, aunque no creo que se pueda medir esa intensidad para demostrarlo científicamente. De lo que no hay duda es que nuestro instinto de territorialidad ha sido determinante en la organización de nuestras sociedades. Nuestra identidad está íntimamente ligada al territorio que ocupamos: nuestra casa, nuestro barrio, nuestra ciudad, nuestra patria. Nuestro instinto de territorialidad es grupal, es decir, no solo defendemos nuestro territorio individual sino también el de nuestros grupos sociales: la casa de nuestra familia, nuestra ciudad asediada, el país de nuestro emperador. Estamos dispuestos a matar y a morir por defenderlos.

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