Querida Youlí, el Libro de los Ritos del maestro Confucio establece Las Tres Obediencias a las que se debe someter la mujer virtuosa: cuando niña obedecerá a su padre y a su hermano mayor, cuando casada obedecerá a su esposo, cuando viuda obedecerá a su hijo. La ideología patriarcal ha sido dominante durante miles de años, pero siempre ha habido mujeres que Confucio consideraría poco virtuosas. Youlí, en Los tres poderes del emperador te cuento la historia de Ki, la sirvienta del té coreana, que supo acumular y gestionar sus tres poderes: ascendió de esclava a emperatriz, luchó por la supervivencia de sus seres amados en tiempos turbulentos e influyó notablemente, para mal o para bien, en el destino de China y Corea.

En Los tres poderes del emperador te explico también las reglas que elaboró Ming Taizú para ordenar la vida en el Palacio Interior. En ese palacio es donde vivían la emperatriz, las otras consortes oficiales, las demás concubinas y otros cientos de mujeres y eunucos a su servicio. Una burocracia estrictamente jerarquizada controlaba el trabajo en las lavanderías y cocinas, en los talleres para la elaboración de ropas y joyas, el servicio para la organización de fiestas, banquetes, música y danzas, el servicio de seguridad para el control de las puertas y la correspondencia.

Querida Youlí, mi dulce nietecita, las enseñanzas de la revolución que se produjo en un país muy lejano hace muchos siglos pueden ser útiles para la revolución de las mujeres en el siglo XXI, una larga lucha que sin duda continuará cuando seas mayor.

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La imagen que ilustra esta entrada es una escena del monumental panel El festival de Qingming junto al río, en una versión elaborada durante la dinastía Ming que se conserva en el Museo Nacional del Palacio en Taipei. En dominio público.

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